El Santo Patrón de los animales sigue siendo venerado en la actualidad, aún a pesar de la mecanización producida en las zonas rurales. Siguen siendo una realidad en muchos pueblos de Cuenca la procesión del Santo, y las vueltas alrededor de su ermita, la bendición de los animales (sustituidos los de carga por los domésticos), los ‘puñaos’ y los panecillos benditos entregados como caridad y costeados por las Hermandades del santo ó por los ayuntamientos, al igual que los ‘tostones’.
En Hontecillas subsiste una Cofradía dedicada a San Antón, con una actividad singular, gobernada por unos cargos con reminiscencias militares.
El día del santo, ‘ranra’ (pita y tambor) junto a los cofrades presentes dan una vuelta por el pueblo para anunciar la Misa patronal. El acto está precedido de la entrega de distintivos a los nuevos oficiales en la iglesia con presencia del sacerdote. San Antón es paseado por las calles de la localidad a ritmo de 'La ranra'. La imagen se detendrá a las puertas de aquellos hontecilleros que ‘ofrecen’ este año. Después se irá a visitar a los cofrades ‘que gastan’ para la invitación y cogida del tradicional ‘puñao’.
El día después del Santo Abad, es el día de la almoneda de los productos que la gente ha donado para así conseguir dinero para los gastos de la fiesta. Una vez acabada esta, la Cofradía procede a designar a los futuros cargos en una ceremonia sencilla en la puerta de la iglesia, presentes la pita y el tambor y el resto de sus miembros. Se forma una rueda con los oficiales salientes y los entrantes. A la orden del General cesa la música, y el Capitán saliente y el entrante hincan la rodilla en tierra. Y se oye este diálogo, que será repetido posteriormente tres veces, una por cada cargo, capitán, alferez, sargento y cabo:"Aquí te entrego esta insignia,
para que San Antón te de salud
para ‘gastar’ otro año!».
La respuesta llega inmediata:
"¡Yo recibo esta insignia con mucho gusto y agrado, para que San Antón me de salud para gastar otro año."
Hay aplausos y abrazos al finalizar y completarse este acto, suenan alegres las campanas de la Iglesia y la Cofradía vuelve a la calle a recibir en las casas de sus oficiales unas sencillas invitaciones finales.
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